Las horas siguientes a la caída de la Ley ómnibus dejaron en evidencia los dos objetivos fundamentales que se trazó el gobierno. Desde la interpretación política, transmitir que no se trató de una derrota sino que, por el contrario, dejó expuestos los intereses espurios de «la casta». Pero, lo más importante para el corto plazo, es que el programa económico no cambió un ápice por el revés en el Congreso y que el «déficit fiscal cero» sigue su rumbo.
El encargado de sostener el discurso político fue el presidente Javier Milei, con su furibunda ofensiva contra legisladores y gobernadores provinciales, a quienes calificó de «traidores».
En cambio, quien asumió la defensa de la continuidad económica fue el ministro de Economía, Luis «Toto» Caputo, quien ya desde antes de la apertura del mercado del miércoles publicó un tuit para «desdramatizar» la situación y comenzó un raid mediático para explicar que, en realidad, la Ley ómnibus estaba pensada para reformas políticas de mediano y largo plazo, pero que no era imprescindible para el objetivo fiscal.
«En el armado de ese paquete, la mayor parte del ajuste de las cuentas fiscales estaban por fuera de la ley, el 75% de lo que habíamos planificado estaba por fuera. No seremos políticos, pero tampoco somos tontos, sabemos que estamos luchando contra la casta que no quiere ningún cambio», dijo el ministro, con una evidente intención de influir sobre el ánimo del mercado, algo en lo que seguramente pesó su pasado de trader de bonos.
Y acusó a las gobernaciones provinciales de haber hecho «una mala evaluación de su poder de negociación» por haber pensado que el recorte del déficit por 1,4 punto del PBI dependía de la ley: «Pensaron ‘vas a venir con el caballo cansado’ y yo ya tenía los números, tenía un plan B y veía que estábamos yendo a un déficit cero aun sin la ley».
¿Cómo le está yendo al Gobierno en su plan de minimizar la derrota parlamentaria? En el plano político sigue habiendo controversia y abundan los pronósticos sobre una crisis de la gestión Milei en el corto plazo. Pero, en el mercado financiero, todo indica que Caputo logró imponer su visión.
Al menos, esto es lo que se deduce de las variaciones del tipo de cambio que, tras un arranque algo volátil -aunque no tanto como el que temían los economistas-, mostraron luego caídas en las cotizaciones. La jornada del jueves cerró con una baja del 2,14% en el dólar blue, mientras el Contado con Liqui (CCL) perdió un 0,9% y el dólar MEP un 0,7%. Todos, lejos de los máximos que habían alcanzado hace algunas semanas.
El tuit de Toto Caputo con un mensaje para el mercado financiero: «No dramaticemos».
Esto implica que la brecha entre el tipo de cambio oficial y el CCL -que es el más relevante para los exportadores- volvió al entorno del 50%, algo que la mayoría de los analistas consideran manejable sin que a Caputo se le generen tensiones cambiarias.
También, hubo señales de calma en el mercado de futuros. Los contratos del Rofex para marzo y abril mostraron caídas en las cotizaciones -respectivamente, muestran al dólar en $883 y $990-. Y en lo que respecta a los bonos en dólares, se estabilizaron luego de la caída promedio de 4% registrada el miércoles post derrota parlamentaria. Esto implica que, a pesar del revés político, no se percibe que el plan Caputo se vea afectado.
Pasando la aspiradora de pesos
¿Por qué el mercado le creyó a Caputo y reaccionó con relativa calma? Los analistas apuntan a que, si bien la Ley ómnibus le daba al Gobierno herramientas para reformas estructurales, lo cierto es que nada de lo que estaba en ese texto tenía una incidencia de corto plazo.
En cambio, lo que sí se está notando es una serie de medidas ortodoxas que ya están dando resultado. Por caso, la absorción de pesos, que en la primera fase del Bopreal -el bono ideado para solucionar el problema de la deuda de los importadores- sacó de la plaza $3,3 billones, algo así como un 20% de la base monetaria.
Esto permitió contrarrestar la expansión causada por la compra de dólares por parte del Banco Central, que está mejorando su balance al sumar reservas en el lado de los activos y al achicar pasivos mediante la licuación inflacionaria. Además, se están absorbiendo más pesos mediante el rollover de la deuda en pesos. Y con la recompra de deuda del Tesoro en poder del Banco Central se absorbió, en términos netos, $1,2 billones.
En definitiva, el mercado ve señales contractivas, algo que se refleja en el hecho de que el agregado M2 -es decir, los pesos circulantes más las cuentas a la vista y los depósitos a plazo fijo- sea hoy un 22% menor, en términos reales, que hace un año.
Esa actitud del equipo de Gobierno hace que mejoren las perspectivas de la inflación. El propio Caputo destacó que, después de haber pronosticado que en enero el IPC se ubicaría en 25% y en febrero y marzo en torno del 20%, ahora los analistas están previendo que el primer mes del año el dato estará más cerca del 20% y que se llegará antes de lo pensado a un índice de un dígito.
Luego de una primera jornada volátil tras la caída de la ley ómnibus, el dólar paralelo mostró un retroceso en la cotización.
Caputo afila la tijera
A esto se suman las señales fiscales. En enero ocurrió algo de lo que se jactó Caputo: un superávit fiscal y no sólo en términos primarios sino incluyendo además el dato clave del pago de intereses de la deuda, pese a que en el arranque del año hubo una acumulación de vencimientos.
El recorte del gasto, en términos reales interanuales, fue de un impactante 30,6%. Según un reporte de la consultora Analytica, los rubros de mayores reducciones porcentuales fueron la obra pública y las transferencias a las provincias, con 70,5% y 58,9%, respectivamente.
Y eso implica una definición política, porque en enero prácticamente no hubo traspasos de fondos a las gobernaciones provinciales. Si el corte de esas partidas fuera total, implicaría para el fisco un ahorro de casi 1% del PBI, lo cual compensaría a Caputo por el hecho de haber perdido otras fuentes de ingresos, como el Impuesto a las Ganancias.
Aunque, si el recorte se mide en términos de volumen, el rubro fundamental es, naturalmente, el de jubilaciones -con una porción de más de 50% del total del gasto primario es el renglón más importante-.
Estos puntos conllevan un mensaje tácito de Caputo respecto de lo que piensa hacer el gobierno: medidas que aunque puedan implicar conflicto político -como el recorte de transferencias discrecionales a las provincias- o que puedan generar descontento social -como la erosión inflacionaria de las jubilaciones-.
De hecho, la caída del capítulo fiscal de la Ley ómnibus ya le había venido bien a Caputo: después de todo, la vigencia de la fórmula indexatoria que heredó de la gestión anterior implica un mayor recorte del gasto jubilatorio que la nueva que se había planteado -que ataba las jubilaciones al IPC-.
Para ponerlo en números, una proyección de la consultora LCG indica que, con la fórmula actual, las jubilaciones implicarían este año un gasto de 4,8% del PBI, mientras que con la fórmula que había propuesto la ley ómnibus, ese gasto ascendería a 6%.
Caputo envió una fuerte señal de austeridad fiscal y aseguró que tiene herramientas para lograr el «déficit cero» pese al revés en el Congtreso
Irónicamente, el haber dado marcha atrás en esa pretensión le permitirá a Caputo compensar la pérdida de otros recursos tributarios, como las retenciones a la exportación o el blanqueo de capitales. Como para reforzar ese mensaje, se conoció la eliminación de los subsidios al transporte, tanto para la zona metropolitana como para el interior, lo cual exacerbó el clima de tensión política.
La bolsa y las dudas para el largo plazo
Pero también es cierto que, así como Caputo recibió señales de confianza de parte del mercado financiero, hay también otros síntomas preocupantes.
Por caso, el mercado de acciones refleja pesimismo: en Wall Street, las empresas argentinas cayeron otro 3,7% después de una primera jornada post retiro de la ley ómnibus, cuando se habían registrado pérdidas de hasta 9%. En la bolsa local, el índice Merval profundizó su descenso un 0,9%, luego de haber caído un 6%.
¿Cómo se explica este retroceso, aparentemente contradictorio con la calma del dólar? Los analistas lo atribuyen a una cuestión de «timing» de inversión: mientras el dólar suele reflejar el humor del mercado para el corto plazo, las acciones están más vinculadas a las perspectivas de mediano y largo plazo.
En ese sentido, el hecho de que se haya frustrado la Ley ómnibus y que ahora el Gobierno haya desnudado su dificultad para negociar en situación de minoría, deja planteadas dudas respecto de si se confirmará el clima benigno para la radicación de inversiones en sectores estratégicos de la economía, como la energía, la minería y el agro.
Por otra parte, Milei relativizó la expectativa que había planteado el Fondo Monetario Internacional sobre un levantamiento del cepo cambiario antes del segundo semestre. Y ese es un dato clave que está bajo la lupa de los inversores.
De manera que, tras la crisis política generada por la caída de la Ley ómnibus, el saldo para el plan económico es ambiguo: se logró mantener una relativa calma de corto plazo sobre la base de un discurso fiscalista y medidas duras, pero no se disiparon las dudas respecto del sostenimiento del programa para el mediano plazo.