Quien haya confiado en la promesa de Toto Caputo sobre la estabilidad del dólar paralelo y la posibilidad de obtener ganancias pese a la tasa negativa en pesos, hoy tiene motivos de sobra para el festejo: en febrero, para quien apostó al plazo fijo tradicional, la ganancia dolarizada fue nada menos que de 23%. Una tasa insólita en cualquier país del mundo.
Esto fue posible por el hecho de que el dólar paralelo -que es el verdaderamente relevante para el ahorrista- no sólo no subió sino que hasta sufrió una caída de 14% durante febrero.
Si alguien, un mes atrás, vendía dólares en el mercado paralelo, se encontraba con un tipo de cambio blue de $1.225 al tipo vendedor y de $1.175 comprador. La tasa del plazo fijo, a una nominal anual de 110%, implica que las colocaciones a 30 días tienen un retorno promedio de 9,16%.
O sea, a ese inversor que por cada dólar le dieron $1.175, obtuvo un mes después $1.282. Contra la inflación fue una pérdida gigantesca, porque se estima que el IPC del mes se ubicará en 15%, lo que implica una caída de 5% en términos de valor adquisitivo.
Pero todo cambia cuando se considera la ganancia en dólares: como el blue cayó hasta una cotización de $1.045, los pesos obtenidos por el depósito a plazo fijo ahora permiten comprar u$s1,226. Sí, una tasa de casi 23% en apenas un mes.
La victoria personal de Caputo
Pero, más allá de la alegría de los inversores, quien más feliz está con el resultado de los plazos fijos es el ministro Caputo, que pudo ratificar la tesis que había planteado desde el inicio de su gestión.
La brusca reducción en la tasa nominal de interés había sido una de las medidas más criticadas, tanto por economistas de la línea «keynesiana» como por los mismos ortodoxos que habían apoyado la candidatura de Javier Milei.
Contra la opinión mayoritaria del mercado financiero, Caputo defendió la tesis de que bajar las tasas era la forma de luchar contra la inflación
La receta tradicional -y generalmente recomendada por el Fondo Monetario Internacional– es la de subir las tasas como forma de retirar dinero de la plaza y, de esa forma atenuar las presiones inflacionarias.
Pero Caputo y su socio del Banco Central, Santiago Bausili, fueron en el sentido opuesto y llevaron las tasas a un terreno fuertemente negativo: un 110% nominal anual, que implicaba un retorno mensual apenas superior al 9% cuando todos los economistas pronosticaban para diciembre un IPC no menor al 25%, como efectivamente ocurrió.
Caputo se defendía con el argumento de que la tasa negativa era la mejor medida anti-inflacionaria, porque suponía un efecto de licuación sobre los pasivos monetarios del Banco Central.
Era una forma de admitir tácitamente que quería reducir, en términos reales, la masa de plazos fijos, dado que el objetivo era achicar los depósitos -ya fuera en Leliqs o en pases de 24 horas- que funcionaban como contraparte de las colocaciones bancarias de los ahorristas.
Pero cuando se lo acusaba de querer licuar a los depositantes, en alguna variante del célebre «Plan Bonex», su respuesta era que, para el ahorristas argentino, la comparación relevante no era la de la tasa de interés contra la inflación, sino contra el dólar.
Un inicio con problemas
La definición del ministro presuponía que el tipo de cambio iba a mantenerse estable, de tal forma que cualquier tasa en pesos equivaldría a una ganancia en términos de dólares.
Fue una apuesta que, al inicio, fue recibida con escepticismo por parte del mercado, sobre todo cuando se vio el inicio flojo del bono Bopreal, con el que Caputo esperaba aspirar pesos del mercado para restar presión cambiaria.
Y, de hecho, en enero se produjo volatilidad en la plaza, de tal forma que el blue, que había arrancado el año apenas encima de los $1.000, llegó a $1.255 hacia la tercera semana del mes.
De hecho, quienes hayan invertido en plazo fijo durante enero, llegaron a fin de mes con una pérdida en términos de dólares equivalente a 9%. Sin embargo, contra todos los pronósticos, no se produjo la temida corrida bancaria, y el ministro logró calmar al mercado cambiario mediante una fuerte absorción de pesos.
La abrupta caída del blue en el mes de febrero fue lo que permitió para los ahorristas de plazo fijo una alta rentabilidad en términos de dólar
Dólar bajo: ¿cuánto puede durar?
Claro que el hecho de que la inversión haya resultado buena en febrero no implica ninguna garantía de que esta situación vuelva a repetirse. De hecho, el tema de debate cotidiano en el mercado financiero es cuánto tiempo más resistirá el dólar antes de dar lo que muchos consideran como un rebote inexorable.
El tipo de cambio actual, en términos históricos, equivale al que regía en agosto de 2019, tras la derrota de devaluación ocurrida por la derrota de Mauricio Macri en las elecciones primarias.
Y se ubica bien por debajo de los picos observados durante la gestión de Alberto Fernández. Por caso, el paralelo sobre fin del año pasado había llegado a un nivel que, traducido a pesos de hoy, sería una cotización de $1.800.
Ya el solo hecho de ver al blue en los niveles más bajos de cuatro años y medio hace que muchos inversores se tienten con la compra de dólares, por pensar que no puede tener mucho más margen para la caída y que este podría ser un buen precio para invertir.
Pero, sobre todo, lo que genera dudas en el mercado es el hecho de que el dólar parezca indemne a los ruidos políticos y que hasta siga indiferente a los subibajas de los bonos soberanos y las acciones de empresas argentinas que cotizan en Wall Street.
La pelea del presidente Milei con los gobernadores por los fondos fiscales, el temor a que el default de La Rioja pueda ser apenas el primero de una saga nacional y, sobre todo, la duda sobre la sostenibilidad del superávit fiscal en un entorno recesivo, hace que muchos analistas crean que el rebote del dólar sea apenas una cuestión de tiempo.
El factor que sigue jugando a favor, según los analistas consultados por iProfesional, es la continuidad en el flujo de divisas provenientes de la exportación, en un contexto de recuperación lenta de las importaciones -de hecho, están en un nivel mensual de u$s4.600 millones, cuando el promedio del año pasado superaba los u$s6.000 millones mensuales-. El esquema de liquidación del 20% de las exportaciones en el mercado del «contado con liqui» ha logrado que la oferta fuera suficiente para un mercado donde empiezan a escasear los pesos.
Mientras tanto, el nivel de renovación de los plazos fijos ha caído, aunque moderó el desplome de fin de año. En enero, se había renovado un 97% del total.