“Hablamos desde un lugar que conocemos, que nos modifica, nos conmueve o nos aterra, no hablamos de conflictos lejanos”, dice Matías Milanese, confundador junto a Federico Lehmann de “Los pipis Teatro”, que estrenaron el fin de semana en el San Martín “Pasión, una tragedia argentina”.
La obra puede verse de miércoles a domingos a las 20.30 con un elenco integrado por Matilde Campilongo, Luis Longhi, Camila Marino Alfonsín y los mismos Milanese y Lehmann.
La reciente creación de la compañía se presenta en la sala Cunill Cabanellas y con esta obra concluyen la “Trilogía de las pasiones”, comenzada con “El mecanismo de Alaska” y que continuó con “La conquista de Alaska”. La música en vivo y composición musical es de Stevie Marinaro, el diseño de iluminación de Miguel Coronel y el diseño de escenografía y vestuario de Micaela Sleigh.
Periodista: En este cierre de trilogía dicen hablar de aquello que los atraviesa ¿Cómo lo definirían?
Matías Milanese: Me interesa hablar de lo cercano y como eso modifica lo que vivimos a diario. Lo que hacemos es tratar de encontrar en eso que estamos viviendo qué potencia tiene de escenificación y transformación dentro de este contexto. Me crié en la UNA, Timbre 4, estudiando los grandes textos y tragedias y hubo un momento en el cual eso no me interpelaban porque, por ejemplo, hoy me da más miedo una estafa a través de criptomonedas que una guerra en Rusia, citando a Chejov. “Perrito de porcelana” trataba del crimen de un pibe por ser gay, “El mecanismo de Alaska” habla del miedo a no encontrar representación y si el teatro puede dejar algo de descendencia, y si nosotros como pareja homosexual podemos dejar algún tipo de descendencia. Hablamos de nuestras abuelas y madres, se trata de acercar al público lo que se cree que no podría interesarle nunca.
Federico Lehmann: Partimos de hacernos preguntas en torno a la representación que consideramos es una parte fundante del teatro y es un concepto que hoy día está puesto en jaque. Cuál es el rol de los actores, actrices y creadores a la hora de representar, y ponerlo en relación a otras estéticas escénicas que no están ligadas con un teatro de texto o más clásico. En la primera obra la representación aparece en relación a necesidades del colectivo LGTBQ para construir una identidad disidente, a partir de ahí formalmente las obras presentan un trayecto desde teatro más performático con la narración en primer lugar, donde se expone al público y a medida que avanza la trilogía se construye una escena de representación más clásica pero con estas preguntas. Hay tensión entre temáticas muy cercanas a experiencias propias con aspectos ms clásicos del teatro como las tragedias. En esa tensión, está la anécdota vs. el bagaje épico en la historia del teatro. Hay personajes y temáticas que se repiten, en las tres existe una figura de hijo o hija muy diferente, también tres armas muy diferentes, un martillo, una espada casera y un arma de fuego. Aparece un arte específico dentro de la misma obra, en Alaska aparece la artesanía, en la primera el teatro, y en la tercera aparece el cine. La trilogía pasa a ser una reivindicación a esas tres artes.
P.: ¿Cómo eligen esos fragmentos para hablar del mundo?
M.M.: Habla de tu aldea y hablarás del mundo, lo que conozco me modifica y es lo que me conmueve y aterra, hablamos desde un lugar conocido, que entiendo, y a partir de ahí puedo pararme a hablar, por ejemplo, de militar en una plaza, curarle las heridas a algún amigo porque lo agarró una patota y le pegó. Elegimos luchas y eso vuelve interesante lo que hacemos, no hablo desde un lugar que no conozca y si lo hago es desde un punto de vista que sí conozco.
F.L.: La elección de temáticas parte de la preocupación y preguntas en el momento que pensábamos las obras y tienen que ver con la descendencia, como ser padres, como construir una familia que escapa de la familia tradicional, donde buscar referentes, si son necesarios. Aparece el futuro en las tres obras, desde una perspectiva ficticia, utópica y fatalista.
P.: ¿Cuáles son esas formas que adoptan las artes escénicas en Buenos Aires?
M.M.: Se dieron muchas formas de adaptar el quehacer teatral a lo que hacemos, hicimos performance, el CTBA tiene gran producción pero hay algo de lo artesanal y el ingenio ganándole a la no posibilidad de producción que solo se da en Argentina y es de lo más lindo del teatro, rebuscárselas para crear, imaginarse la casa si no se puede construir con escenografía. Empezamos trabajando con equipo reducido y luego buscamos la forma de abrir mundo, ahí aparecen las residencias artísticas, generamos convocatoria masiva y de eso armamos el elenco de 12 a 15 personas para buscar otras formas de representar. Están los Pipi Palloozza que queremos sostener, y es un gesto político hacer que la gente se encuentre y conozca.
F.L.: Soy de Córdoba y al llegar a Buenos Aires me sorprendió tanta cantidad de estéticas y formas de representar. En los tiempos de formación nos encargamos sin querer de recolectar de manera arqueológica cuáles eran las estéticas, de donde venían, que implicancias tenían con el presente partiendo del teatro performático o de representación más clásico, el biodrama, el teatro físico. Siempre fuimos buenos observadores, siempre nos gustó casi todo, íbamos a ver obras sin saber de qué se trataba y siempre había algo a rescatar. Ese punto de vista nos dio la pauta de que queríamos involucrar pedacitos de cada una de esas estéticas en lo propio, pensando que el teatro trata de dialogar con el presente. El hoy es sobreproductivo de información, estímulos, contenido ficcional y cosas para ver, nos parecía lógico hacer teatro barroco que represente esa multiplicidad de estímulos. Y nuestra propuesta escénica tiene que ver con poner mucho cuerpo, texto abundante y ver como resulta.
P.: ¿Cómo es trabajar en el CTBA?
M.M.: Buenísimo, es una forma muy diferente a la del teatro independiente porque nos permite pensar en detalles que necesita la obra antes de empezar a ensayar. En el independiente te das cuenta sobre la marcha. Eso fue un crecimiento interesante, hubo que tomar decisiones antes de poner el cuerpo así que nos desafió. Es lindo ver como todas las áreas del teatro se movilizan para que podamos tener todo lo que necesitamos, y como se le da mucha importancia a la dirección artística. Hay alguien que se vuelve loco para conseguir todo y que lleguemos a término. Al delegar en áreas especificas aparecen con impronta propia que la vuelven una pieza de arte, entre ellas escenografía, luz, y convive con la mirada de cada director.
F.L.: Trabajar en el CTBA fue conocer áreas que tienen mucho conocimiento y especificidad sobre teatro. Nuestro equipo del teatro independiente se pudo involucrar bien con el equipo del teatro público. Veníamos con una propuesta que el San Martín no acostumbra, pudieron albergar toda esa efervescencia ya que en general trabajan de otro modo.
P.: ¿Cómo ven el teatro y la cultura hoy?
M.M.: Como faro respecto del arte creamos en situaciones adversas. Hoy hay mucha desidia a nivel nacional respecto de la cultura, se la persigue de forma muy violenta a quien piensa distinto. Pero como buenos argentinos nada de eso nos amedrenta, se genera una reacción y se resignifican los hechos artísticos. Seguimos haciendo música, obras, cine, todo esto sin romantizar la precarización. Históricamente el teatro fue un espacio de lucha y militancia. Hoy debe serlo más que nunca. Hacer una obra de teatro ya es contestar a algo, es ir contra de un poder que lo trata de inútil.