Si fueran un texto literario, las horas que transita Bahía Blanca serían la crónica de un drama anunciado: entre 1990 y 2023 hubo 198 reportes de lluvias que -en escala mucho menor- dejaron las mismas consecuencias en la población bahiense que las registradas por la tormenta del viernes, consignaron dos investigadoras del Conicet y la Universidad Nacional del Sur, en un paper publicado hace sólo un par de meses.
La casualidad es inquietante: las muertes producto de esas decenas de tormentas en un lapso de más de 30 años es 16, recopilaron las autoras en su publicación de enero de 2025. Con casi 1.500 evacuados y pérdidas mayúsculas para una población inmensa, 16 es la misma cifra de fallecidos que los registrados al cierre de estas líneas, culpa -esta vez- de un único temporal. Insistir con al cierre de estas líneas no es menor: el agua cubriendo calles y casas persistía (al cierre de estas líneas) en buena parte del sur de Bahía Blanca. Nadie espera que lo que haya debajo sea bueno.
Este lunes, la charla con Paula Zapperi, autora del paper, arrancó así: “Bueno. Yo ahora voy bajando por la escalera porque estamos sin luz y también sin agua y no tengo más batería en el celu. Dejame ver si consigo un auto donde pueda enchufar el teléfono y te aviso”. Vive en Bahía Blanca y es geógrafa, investigadora del Conicet en el departamento de de Geografía y Turismo de la Universidad Nacional del Sur.
En colaboración con Yamila Lambrecht (científica que al cierre de estas líneas tenía toda la casa inundada), la geógrafa precisó -en ese y otros trabajos- las causas múltiples que generan estos fenómenos climatológicos potencialmente arrasadores. También, las consecuencias. Prácticamente, un pronóstico de lo que tarde o temprano podría pasar.
Para arrancar, en el paper de enero contaron que los anegamientos e inundaciones históricos cobraban mayor envergadura al sur de la localidad. Igual que ahora, adelantaron los problemas en Ingeniero White y General D. Cerri.
También relevaron en su investigación que, de las 198 precipitaciones, se reportaban inundaciones (con desalojos y traslados incluidos) cada vez que a lo largo de un día llovía por encima de 30 milímetros. El paper aporta el dato histórico más potente: lluvias que acumularon 123 milímetros en un día, el 18 de mayo de 2007. Para los anales de la historia quedará el evento de este viernes: precipitaciones acumuladas en 12 horas que alcanzaron casi 300 milímetros.
En tercer lugar, las autoras informaron que los casi 200 eventos relevados entre 1990 y 2023 habían provocado (además de las 16 muertes) numerosos impactos. Los cuantificaron.
El resultado fue el siguiente: anegamientos en el 88,4% de los casos (con el consecuente aislamiento de ciertas sectores urbanos); afectación de servicios, en el 26%, sea “causa del ingreso de agua en las instalaciones que prestan el servicio, o por problemas de interrupción en el acceso a las mismas”, expresa el paper.
Ingreso de agua a viviendas, en el 22,7% de los eventos, cifra que incluye el ingreso de agua a instituciones educativas (en el 8,6% de los casos). Y, por fin, caída de árboles por fuertes lluvias acompañadas de grandes ráfagas de viento: 12,6% de los casos.
La investigación se hizo en base a artículos periodísticos, fuente que las autoras destacan como fundamental, a falta de suficientes o solventes reportes oficiales. Fue publicada en el número 23 de la revista Párrafos Geográficos y se titula “Impactos directos de eventos pluviométricos en áreas urbanas. El caso de la ciudad intermedia de Bahía Blanca”.
Emplazada en un territorio con relieve traicionero y afectada por las infaltables desinteligencias que salen de la acción acción humana, Bahía Blanca es una localidad a la que, como se verá debajo, la palabra “intermedia” le calza muy bien.
Bahía Blanca, entre las sierras y el mar
En las últimas horas se hizo público que “ya el Conicet” había advertido en 2012 que un fenómeno como el de este viernes podría ocurrir. Ese trabajo es la tesis doctoral de Zapperi (“bajo la dirección de la doctora Alicia Campo”, destacó), cuando la geógrafa ya se adentraba en las problemáticas de su localidad, producto -en buena medida- de la geografía en la que se asienta, el cambio climático y la intervención humana.
Lo último es un punto importante, poco mencionado: “Ingeniero White es una pequeña localidad, de apenas más de 10.000 habitantes. El inicio de esta localidad fue a partir de la producción cerealera. Además, los inmigrantes italianos que llegaron eran pescadores artesanales. Pero a partir de la década del 70, por una decisión del Gobierno nacional, se produjo un cambio y se implantó un polo petroquímico”.
Lo que arranca entonces es una “degradación de Ingeniero White” y una modificación de la morfología de la costa: “Se empiezan a hacer dragados para facilitar la navegación de grandes buques que vienen a buscar granos o que portan gas. Lo mismo se replica en General Cerri”.
Sumemos un segundo elemento letal: la geografía que tiene a Bahía Blanca en un lugar «intermedio». A menos de 100 kilómetros de la localidad está el llamado Sistema de Ventania o Sierras Australes del Sur Bonaerense, mucho más conocidas como las sierras que engalanan a las “hermanas” Sierra de la Ventana y Villa Ventana.
Con alturas de más de 1.239 sobre el nivel del mar, esas sierras no serían importantes para esta historia si no funcionaran como una suerte de tobogán del arroyo Napostá, que a medida que uno se acerca a “Ventania” (y se aleja de Bahía) cobra la envergadura de un río.
Lo que hay después de ese tobogán de agua es exactamente lo que debería haber si el lugar fuera un parque de diversiones: una pileta. No sólo por las mareas, que por supuesto pueden aumentar, ni tampoco por el dragado (que empeora toda la situación). También, porque “estamos en una zona llana, de humedal, con suelo arcilloso. Si el volumen del arroyo se vuelve muy grande, el agua no tiene cómo escurrir”.
La depresión de Bahía Blanca
Más allá de que el temporal del viernes afectó a sectores muy variados de la población, las tierras más bajas (técnicamente “más deprimidas”) son las más baratas y las que tienden a ocuparse con asentamientos de bajo poder adquisitivo o personas en situación de pobreza.
Para empeorar todo esto, las rutas de la zona están construidas en altura para evitar los anegamientos que impidan la circulación. El resultado es una condena. Zapperi habló de “micro-relieves”. Lo más parecido a mini murallas que, si llueve un poco de más, mantienen el agua en piletones: “Al ser barrios precarios, no hay instalaciones, como podría ser un sistema de desagüe adecuado”.
Hay más. El tan mencionado -por su desborde de este viernes- arroyo Napostá está entubado (desde los años 80) en una parte de la ciudad. Aunque posibilitó la creación de un paseo peatonal, el combo tiene su costado negativo, dijo la geógrafa, ya que el arroyo puede crecer en volumen y nadie darse por enterado.
Para Zapperi, “es muy importante instalar la idea de esto es una ‘llanura de inundación’. La gente cree que el arroyo es el cauce por donde va el agua, pero hay zonas laterales de la rivera que también son parte de ese curso. Y son las zonas adonde va naturalmente el agua cuando tiene demasiado caudal. Por algún lado precisa escapar y ahí empiezan a jugar un rol las calles paralelas”, explicó.
Es lógico preguntarse si la política está al tanto de este tipo de investigaciones. Zapperi es geógrafa y la geografía es una ciencia social, un campo no muy apreciado por estos días. “Este tipo de eventos muestran que se necesita un accionar desde distintos sectores de la sociedad y desde distintos tipos de ciencia”, opinó.
“No hay una ciencia más importante que otra. Todas deben ser promovidas y todas deben tener el apoyo, tanto en inversión como en tener un lugar en la sociedad», consideró la investigadora, y concluyó: «Una analogía posible es la de un organismo, un cuerpo. Uno lo puede tratar desde una rama de la ciencia, pero habrá que cubrir muchas otras cuestiones si lo que uno busca es tener salud integral».
PS