sábado, 19 abril, 2025

Mía Maestro: su afición por las milongas, su amistad con Salma Hayek y la milenaria ceremonia que la lleva a las cárceles estadounidenses

  • 14 minutos de lectura

Mía Maestro se pasea por las Barrancas de Belgrano con total naturalidad. Lejos de ser una foránea, la actriz siempre encuentra en Buenos Aires esa conexión de pertenencia que no le ofrecen otras ciudades del mundo donde vivió radicada. Actualmente, su residencia permanente -impulsada por su desarrollo artístico- es en Los Ángeles, aunque llega al Cono Sur entre dos y tres veces por año.

Esta vez, la excusa fue una nueva edición del Bafici la vigésimo sexta, y la presentación del film After this Death, thriller psicológico escrito y dirigido por Lucio Castro, donde la actriz se encuentra acompañada por Lee Pace, Philip Ettinger, Rupert Friend y Gwendoline Christie. La película toma como punto de partida la aventura romántica de una mujer comprometida y un músico, aunque tal relación cobrará otra dimensión cuando el artista desaparezca. Algo del género de terror acompaña la narrativa de esta historia escrita por Castro a la medida de Mía Maestro.

-¿Qué te sucede cada vez que pisás Buenos Aires?

-Es mi casa, el lugar de los míos. Aunque mi hermana vive en Madrid, mis padres están acá y tengo grandes amigos de toda la vida. Mi relación con la ciudad, con sus árboles y sus bares, es muy especial.

No miente. Su afición por el tango la lleva a transitar no sólo el Centro porteño, sino también zonas más alejadas. “Cuatro o cinco veces a la semana voy a la milonga, siempre tengo los zapatos en el auto para, luego de cenar con amigos, poder darme una vuelta y, aunque sea diez minutos, bailarme unos tangos”, admite.

Al escucharla, rápidamente se dibujan las imágenes de Tango (1998), el film de Carlos Saura -nominado al Oscar- que la contó como protagonista y fue un enorme espaldarazo para su carrera internacional.

-¿Qué milongas visitás?

-Voy mucho a Cochabamba, que es un espacio muy antiguo que se reabrió hace algunos años, visito Grisel, los martes bailo en Mataderos y voy seguido a la glorieta de Barrancas de Belgrano, porque me queda muy cerca. Me gusta ir a milongas donde aún quedan bailarines históricos, de setenta u ochenta años, que conservan pasos que la gente joven ya no conoce.

-¿Te reconocen?

-No, solo algunos, los que vieron la película Tango.

Luego de la sesión de fotos, desensilla para charlar con comodidad. Abandona el calzado elegante y unas pantuflas, que no le restan estatus, le permite relajarse. Es fiel al aura etérea que la acompaña. Mujer flotante.

“Me podés dejar en cualquier lado de Buenos Aires y yo me ubico, sé cómo regresar a mi casa”, explica mientras enciende un sahumerio. “Soy fanática de los aromas”, dice y ofrece café y té para transitar la charla, mientras el sol se va despidiendo por los amplios ventanales del loft en dos plantas que rentó para permanecer a pocas cuadras de su familia. Está claro que su pertenencia con la ciudad sigue intacta.

-¿Estás al tanto de lo que sucede social, política y culturalmente en la Argentina?

-Estoy al tanto, pero no en el día a día, porque es enloquecedor, tanto como en los Estados Unidos.

-¿Cómo ves el panorama cultural actual en nuestro país?

-Son años muy difíciles para el cine argentino, es una pena, porque es una marca cultural muy importante. Es angustiante ver que no se apoye a nuestro cine. En Berlín, que haya ganado El mensaje, fue buenísimo. Un premio al cine argentino siempre es un apoyo.

-Visibiliza.

-Absolutamente. En Berlín mucha gente se acercó para brindar el apoyo.

-Dejaste el país en 1999, ¿experimentaste el desarraigo o el no sentir pertenencia con ningún espacio?

Mi vida adulta la viví en los Estados Unidos, pero nunca me he sentido local, siempre me he percibido extranjera y eso me gusta. Nunca logré sentirme en los Estados Unidos como en casa, aunque me gusta mucho la ciudad en la que vivo y tengo muchos amigos. Quiero a Los Ángeles como espacio, es una ciudad creativa y con mucha naturaleza cerca, eso es importante para mí y para lo que yo hago en ese tema.

Asegura que, aunque en Estados Unidos la recibieron muy bien, nunca dejó de sentirse una extranjeraSantiago Oroz�

-¿Te sentís extranjera porque te lo hacen notar?

-No. Estados Unidos y Los Ángeles siempre me recibieron con los brazos abiertos. Es algo personal, porque, mi sentido de pertenencia a la Argentina siempre está.

-Cuando llegás a Buenos Aires, ¿no te sentís “descolocada”?

-Jamás.

Mía Maestro cuenta que almorzó con sus padres durante tres horas y que, al despedirse, le preguntaron si volvía para cenar. “Son incansables”.

-¿Qué te gusta hacer en Buenos Aires?

-Camino muchísimo, recorro la ciudad, como con amigos, veo a la familia.

Comenzó a manejar en Pinamar a los 14 años. “Me dieron registro de campo, por eso conozco tanto a nuestra ciudad. Puedo estar en Mataderos y volver como si nada”, asegura.

-La construcción de tu carrera resulta bien interesante. Seguramente rechazás más proyectos que los que aceptás.

-Me baso en la química con el proyecto, aunque hubo propuestas de películas que no pude hacer porque estaba comprometida con otra cosa. En general, uno tiene la intuición de si ese proyecto puede formar parte de la vida de uno o no. No solo tiene que ver con lo profesional, es también pensar por qué tal o cual historia te llega en determinado momento de la vida. ¿Por qué esta historia me elige para que yo la cuente? ¿Qué puede suceder con este matrimonio entre mi cuerpo y la historia? Mi idea de la actuación es budista.

-En ese sentido, ¿qué te convocó de la película After this Death?

Me parece importante hablar sobre el cuerpo femenino y la exploración.

-¿Por qué?

Estamos en una regresión de un montón de derechos e ideales que se habían conseguido en relación a la identificación de lo femenino, la mujer y los cuerpos. Muchos países y la política en sí están marcando un retroceso. Creo que es fundamental, más allá de la mujer, poder decidir qué es lo que uno quiere hacer con su cuerpo. Por otra parte, casi nunca vi en el cine, la mirada sensual del cuerpo de la mujer embarazada, como sucede en este film. Está bueno hacerse grande y seguir actuando, porque van apareciendo otras posibilidades.

-Si bien, para todo intérprete, el cuerpo es el instrumento y un espacio de significación, en tu caso, ese territorio siempre apareció como un engranaje expresivo muy marcado. De Tango para acá, es evidente que hay algo del lenguaje físico que te interesa transitar.

-Es así, por eso, en este momento, me interesa mucho hacer teatro, pensar en los cuerpos en función de cómo recorren el espacio.

-El cómo se habita.

-También se puede hacer en cine si hay una buena comunicación con el director o el jefe de fotografía. Recuerdo cómo prestaba atención a Lucrecia Martel cuando rodamos La niña santa, aparecía un minucioso trabajo que permitía la exploración de los cuerpos y los espacios. En mi caso, también tiene que ver con que bailo y con mis entrenamientos sobre actuación no realista, como cuando hice teatro Suzuki con Mónica Viñao.

Alguna vez, subió a escena encarnando a Lulú, en la obra de Wedekind, y deslumbró a todo el mundo

-Nunca tuviste pudor ni prejuicio con el desnudo y tampoco lo banalizás.

-En este film me desnudo con un apósito de embarazada, así que estaba como más protegida. Era bueno perder el pudor de la madre santa o asexuada.

La noche fue ganando la partida, enciende unas luces que no rompen el clima. En un rato, se reunirá con amigos para cenar y, seguramente, luego se dará una vuelta por alguna milonga para despuntar su afición por la cadena invertida o el giro con traspié y boleo. Los tangueros saben de qué se trata.

Confiada en que pronto regresará al país, reconoce que la única forma de permanecer un tiempo prolongado es comprometiéndose a formar parte de una temporada teatral que la ancle al Río de la Plata.

-¿Qué te gustaría hacer en un escenario?

-(Bertolt) Brecht, (Harold) Pinter, (Samuel) Beckett, muy comercial lo mío.

-Más allá de tu ironía, no está nada mal la elección.

-Me gustan los autores que no hablan desde lo realista.

Mía Maestro y su reencuentro con Buenos Aires: «Mi sentido de pertenencia a la Argentina siempre está»Santiago Oroz�

-En tu última película participa Vivi Tellas, quien maneja el concepto de “Biodrama”. ¿Qué diría el “Biodrama” de Mía Maestro?

-No lo sé, habría que preguntarle a ella, tendría unas ideas rarísimas y buenísimas.

-¿Vos qué pensás? ¿Qué cosa que no conocemos de vos debería estar?

-Hay una parte que no se conoce mucho acá.

-¿A qué te referís?

Trabajo mucho en torno al medio ambiente, a la soberanía indígena, protección de biosferas que tienen que ver con las diferentes medicinas indígenas en todo el planeta.

-Nada menos.

-No se conoce esa parte de mi vida, dono mucho tiempo para la causa. Soy embajadora del Fondo de Conservación de Medicina Indígena. Y, en este momento, estoy trabajando con Jeff Orlowski, el director que hizo El dilema social, produciendo un documental y escribiéndolo junto a él. Ya tenemos más de ciento cincuenta horas de filmación, con entrevistas que realizo yo misma. Es una faceta mía que en la Argentina no se conoce. Hoy, es el cincuenta por ciento de mi vida. Haciendo cine independiente y teatro, sería feliz, es mi sueño, aunque debería también hacer un programa de televisión o una película más taquillera para poder vivir.

-Trabajaste bajo las órdenes de Guillermo del Toro, Lucrecia Martel y Carlos Saura.

-He tenido mucha suerte.

-¿Cómo es trabajar con esos popes del cine?

-Muy fácil. Con Guillermo (del Toro) disfruté muchísimo hacer, durante dos años, la serie The Strain. Si bien él no dirigió todos los episodios, siempre estuvo muy presente.

Nació y se crio entre Colegiales y Belgrano, la zona donde aún viven sus padresSantiago Oroz�

-¿Sos una actriz dócil?

-Sí, me encanta que me dirijan bien, ese un placer estar a las órdenes de un gran director, algo que no es tan fácil; pero, sobre todo, soy muy disciplinada.

-¿Cómo se manifiesta eso?

-Tengo hábitos, rutinas. Por ejemplo, entre escena y escena tengo que tener mi momento de soledad y de concentración.

A los 46 años, se la nota muy plantada en sus ideas. Cómoda con lo que quiere llevar adelante y bien alejada de aquello que no la motiva.

La actriz menciona a varios realizadores más y desliza los nombres de Walter Salles, quien la condujo en Diarios de motocicleta, y de Julie Taymor, quien la dirigió en Frida, donde compartió cartel con Salma Hayek con quien hoy mantiene una férrea amistad.

-¿Cómo es la amistad con Salma Hayek?

-Hermosa.

-Se conocieron trabajando.

-Es como mi hermana. Vive en Londres, así que no la veo tanto como antes. Los que son muy famosos siempre quieren ser menos famosos.

-¿Hablan con Salma Hayek sobre esas cuestiones?

-No, nuestras charlas tienen que ver con nuestras vidas.

Mía Maestro y Salma Hayek en 2006

-En tu caso, ¿cómo te llevás con la vida pública?

No soy tan conocida, me encanta tener una vida normal y poder seguir trabajando.

-No te desespera ser la cara más conocida de la industria.

-Creo que me costaría un montón.

-De todos modos, sos muy respetada por el medio y por el público cinéfilo.

-Siento que me hubiese costado mucho tener una carrera masiva. Por momentos, trabajé en productos masivos, aunque no como protagonista, y eso hizo que, mientras duró ese proyecto, la gente me reconociese bastante.

-¿Con qué título te sucedió especialmente?

-Cuando hicimos Alias, con Jennifer Garner, la gente nos reconocía mucho en todas partes del mundo. No fue mi parte preferida dentro de lo que involucró ese proyecto. Lo que más me gusta de ser actriz es cenar sola en un bar luego de un día de rodaje, meterme en un cine a disfrutar de una buena película o perderme caminando en una ciudad. Como mi trabajo implica estar permanentemente rodeada de gente, disfruto mucho esa soledad y el anonimato. Sé que muchos amigos míos, que son muy famosos, no pueden disfrutar de eso.

Mía Maestro con Jennifer Garner, en una escena de Alias

-Te percibo muy libre, con un profundo sentido de la libertad incorporado.

-Es así, pero es algo que trabajé mucho, de chica no era así. Estar fuera de tu país y lejos de tu círculo familiar te da mucha libertad.

-Lejos de tu lugar de pertenencia y de afectos como tus padres, ¿los dolores se padecen más?

-Se padecen en todos lados, porque tienen que ver con algo interno, con cómo uno se encuentra, si está regulado o desregulado.

-¿Hiciste terapia?

-Siendo más chica, fui mucho a terapia. Hice terapia freudiana, lacaniana, jungniana… Me interesa.

-En la actualidad, ¿desde qué ámbito buceás en tu búsqueda interior?

-Medito todos los días, es un espacio muy importante de mi vida.

La actriz vuelve a sorprender y cuenta que lleva adelante un servicio de té daoista y que organiza ceremonias del té. “En el Budismo Zen, se dice que el ´zenismo´ se puede cultivar a través de la meditación, el té, o la caligrafía. Una vez que comencé a meditar más profundamente, necesité menos de la terapia”. Además, explica que la ceremonia del té también la lleva adelante en las cárceles de los Estados Unidos. “Es una donación que yo hago, ya que mis maestros me legaron sus conocimientos de manera desinteresada”.

-¿Qué considerás que les aportás?

-No lo pienso en esos términos. Es más, siento que ellos me aportan más a mí que yo a ellos. Solo genero espacios, como el espacio de silencio para que las personas en prisión puedan reflexionar.

Si se trata de pensar en situaciones adversas, hace un extensa pausa hasta que reconoce que “los dolores tuvieron que ver con situaciones de pareja”.

-¿Estás en pareja?

-No.

El director Lucio Castro es un viejo amigo de la actriz. “Nos cruzamos a los catorce años en el taller literario del poeta Javier Aduriz. Es la persona que conozco que más sabe sobre cine”, lo define ella.

Cuando él tomó como destino Nueva York, la actriz hizo lo propio con Los Ángeles. “Cada uno se fue a estudiar o trabajar a un lugar diferente”. La posibilidad de compartir el rodaje de After this Death les permitió potenciar el vínculo y los códigos de complicidad en torno al séptimo arte.

El realizador Lucio Castro ha ganado una edición anterior del Bafici con su film Fin de siglo y After this Death inició su trayectoria internacional presentándose nada menos que en la última Berlinale. “Siempre que me llama para hacer algo juntos, le digo que sí. De las personas con las que trabajé, Lucio (Castro) y Guillermo del Toro son los directores que más cine vieron, no hay nadie que haya visto más, por eso mi confianza para sumarme a un proyecto con ellos”.

El tercer largometraje de Lucio Castro, Fideos ebrios, se estrenará en el Festival de Cannes en mayo de este año en la sección ACID.

Mía Maestro es consciente del privilegio de interpretar en After this Death un papel a su medida: “Escribió el personaje para mí, aunque la película tuvo muchas reencarnaciones, tomó varios años concretarla”. La buena repercusión de Fin de siglo ayudó a la realización del nuevo material.

-Isabel, tu personaje, debe lidiar con la desaparición inesperada de una persona, lo cual tensiona su matrimonio y pone contra las cuerdas sus propios valores de identidad. ¿Cómo te aproximaste a esta construcción y cuál es tu camino, en general, para llegar a la composición? ¿Hay un único camino o depende del proyecto?

-Depende del proyecto.

Lucio Castro, Gwendoline Christie, Mia Maestro y Philip Ettinger, en el estreno de After His Death en el Festival de BerlínGrosby Group

-¿Con qué tiene que ver?

-Con quién dirige, con el tipo de guion. Hay guiones que son muy específicos en la manera en la que uno los tiene que actuar, otros son más abiertos. Eso es lo lindo de hacer cine, cada película es un universo diferente. En este caso, Isabel tiene diferentes muertes en diferentes instancias, como nuevas vidas que le van apareciendo. El deseo está muy presente.

-Incluso en lo sexual.

-En la película está muy presente el tomar posesión del cuerpo de cada uno.

-¿Cómo fue el estreno en la Berlinale?

-Muy movilizador. Hubo gente a la que le encantó y también espectadores que no la entendieron, pero eso es lo rico, que cada uno pueda trabajar sobre lo que vio. Es una película abierta, genera preguntas. Es un tipo de cine que se fue perdiendo, porque ahora las narrativas son más televisivas, de series, con historias terminadas y atadas.

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