domingo, 13 julio, 2025

Fuego y desorden en el Palacio de Hacienda

El ministro de Economía, Luis Caputo, atraviesa el peor mes desde que acompaña al Presidente Javier Milei en el Gobierno. El nerviosismo e inconsistencia que expresó, en público y en privado, en el marco de la reciente derrota parlamentaria de los libertarios, fue el último eslabón de una serie de hechos que limaron la confianza en el modelo. La calificación crediticia negativa del MSCI, la crítica del JP Morgan, la no aprobación de la revisión del FMI, los sacudones del dólar y el final surrealista del off del ministro con Alejandro Fantino para intentar operar a los gobernadores, subieron los malos humores en el Palacio de Hacienda y generaron ruido en el poder económico. 

Caputo, más allá de los artificios aplicados, ya olía la derrota en el Senado, algo que también sabía de antemano Milei. Movilizado por la información -que salió de un sondeo informal realizado el lunes por enviados de la Casa Rosada- y muy crítico con la estrategia parlamentaria del Gobierno, el ministro entró en pánico y pidió suspender todas las actividades. Una de ellas, según supo Página I12, una cena con empresarios de la construcción, el petróleo, el gas y los exportadores. El martes, tres horas antes del encuentro -que estaba pautado en un restaurante del microcentro- su enviado al convite, el secretario de Finanzas, Pablo Quirno, llamó a los invitados para pedirles posponer la comida. No dio explicaciones. «Nos pareció raro, nos preocupó más», se sinceró un ceo petrolero que iba a compartir mesa con los funcionarios

Lo único que no suspendió Caputo fue la conversación telefónica que mantuvo con Fantino. La charla, según confiaron fuentes oficiales a este diario, la armó el propio Gobierno y se planeó con el objetivo de intentar un último recurso de presión a los gobernadores, para operarlos en público y que voten contra el aumento a jubilados y la moratoria. Como se sabe, la movida no resultó, pero lo que contó el animador en su streaming cayó como un baldazo de agua fría en el sector privado, en pleno feriado del 9 de Julio. «Esto va a generar una reacción en cadena, era necesario hacerlo de esta manera?», se enojó un ceo de un gigante multinacional en el grupo de Whatsapp de la Coordinadora de Productores de Alimentos (COPAL). Otro de los que intercambiaban allí mensajes, y que también tiene silla en la Unión Industrial (UIA), agregó que «cada vez que el ministro dice que algo no va a pasar, termina pasando»

Caputo, que avisó que si salía el paquete de asistencia aprobado por la oposición tambaleaba el programa, vivió 48 horas de tensión. No fue el colapso vendido por él mismo, pero los datos no son positivos: el Merval tuvo caídas de 3 puntos jueves y viernes, las acciones en Wall Street llegaron a perder hasta 6 por ciento, los bonos en rojo, el Riesgo País saltó a los 700 puntos básicos y el dólar oficial terminó, curiosamente, muy calmo. Cerró el viernes en 1275 pesos, con el dólar blue saltando a 1300 pesos. Una brecha dudosa, o no tanto: en una jugada muy arriesgada, Caputo quemó dólares a granel en el mercado de futuros para tener a raya al oficial. El viernes, de hecho, operó 2200 millones. Esto se dio, además, cuando los exportadores de cereales siguen liquidando a un ritmo aceptable. Ese mismo día, el viernes, ingresaron casi 270 millones de dólares. Y si se juntan con los ingresos del jueves, los agroexportadores entraron 515 millones en 48 horas. Caputo se gastó 2220 millones en sólo 24 horas para que el dólar no se dispare

Miedo escénico

«No es la oposición, son los nuestros! y después soy yo el que tengo que poner la cara», se quejó Caputo ante su círculo íntimo. Hace varios días que el ministro y sus laderos son lapidarios con la relación política de Milei con los gobernadores y, sobre todo, con los senadores provinciales. Cree «Toto» que la estrategia legislativa no está cumpliendo su cometido, el de blindar el plan económico y el ajuste. Y que es él el que está pagando el costo público de errores de la gestión política

Caputo está bajo presión, no sólo del Presidente sino de su hermana, Karina. El 9 de julio, cuando estalló la «Operación Fantino», asistió de emergencia a la vocería alternativa de Luis Majul. Lo primero que hizo fue mostrarle, desde su propio teléfono, un mensaje donde Milei le digita qué decir, qué no y le celebra la línea argumental. Mensajes que, según cuentan en su entorno, son diarios. «Le taladra la cabeza el Presi!», bromean. Esa torpeza fue producto de su desconcierto y esa bronca por ver que hay temas que lo tocan directo y nadie los enfrenta. Para el ministro, su única tarea fue, siempre, ocuparse «de la macro». No quiere saber nada con otras cuestiones, y menos las de la «micro». Dos ejemplos lo molestan particularmente. El primero, el caso del juicio de YPF. El ministro hace cuentas del impacto de lo que cree será un «pago» grande al fondo Burford, y desde el inicio le dijo a Milei que era inconveniente politizar el tema sin resolverlo. 

Algo de razón lo asiste al ministro. Cuentan en los pasillos de Hacienda que la gestión libertaria por el caso YPF viene siendo fallida desde el momento mismo en el que asumieron el poder. Según registros oficiales, el 19 de diciembre del 2023, el ex procurador del Tesoro, Rodolfo Barra, citó en su oficina a la cúpula del fondo buitre Burford, el enemigo de Argentina en el tema YPF. Estuvieron allí Rodrigo Caminal Olivares, asesor del estudio jurídico Kepler-Karst -que fue parte del mitín representando a Petersen Energía Inversora S.A.U., Petersen Energía S.A.U. y Burford Capital Ltd- y otras siete personas, todos vinculados de una u otra manera al litigante. En el listado aparecen Armando Betancor Alamo, un español que fue síndico de Madrid, administró el concurso de Petersen desde 2012 y es el ideólogo de la suma que tiene que pagarle Argentina a Burford; también fue de la partida Jonathan Todd Molot, el estadounidense que es uno de los dos ceos de Burford. Por el Gobierno se sentaron Marcos Sebastián Serrano, el subprocurador del Tesoro, José Ignacio García Hamilton, el secretario de Legales de Hacienda, y Andrés De la Cruz, del Tesoro y la Dirección Nacional de Asuntos y Controversias Internacionales. De la Cruz fue, por años, unos de los abogados de Petersen. 

En esa reunión Argentina no dio pelea por no pagar, casi que se entregó. Desde aquel 2023 a hoy, cuentan los que saben que hubo al menos cuatro encuentros del Gobierno con gente de Burford. Uno de las últimos, el del jefe de Gabinete, Guillermo Francos, con el ex banquero del HSBC Gerardo «Gerry» Esteban Mato, hoy operador de Burford. En ningún  caso se avanzó en nada para evitar un conflicto que Caputo entiende le generará un perjuicio al programa económico. El otro frente que el ministro esquiva es la micro, la economía real, donde hay problemas serios. 

Nadie ataja la caída de los gigantes

La francesa Carrefour anunció esta semana la intención de vender sus activos y salir del país. Es una de las más de 10 empresas grandes dañadas por el liberalismo económico de Milei. El Deustche Bank es el encargado de evaluar el precio de su operación, estimada en más de 1000 millones de dólares. La plata es mucha, porque Carrefour es líder, pero dos empresas de supermercados y una que no es del rubro están interesadas. Los traba algo vital. Cuando la estadounidense WalMart se fue del país, el grupo De Narváez compró los activos porque el negocio tenía volúmen. 

Hoy es más complejo. Esta semana, los curiosos por la venta de Carrefour hicieron sonar el teléfono del secretario de Comercio, Pablo Lavigne, para tener algún indicio de lo que se viene. «Vos sabes que nosotros no nos ocupamos de esas cosas», respondió el funcionario. En Hacienda, pronunciar la palabra «micro» o «consumo masivo» es como nombrar cinco veces a «Candyman» frente a un espejo. El problema es que Carrefour no fue lo único que se desplomó mientras Caputo operaba junto a Fantino: la textil Alpargatas bajó a la mitad de su producción y suspendió empleados; Lumilagro avisó que importará el 60 por ciento de sus termos y hay una alimenticia muy grande que tiene un balance con números basura. 

El contexto es curioso, el gobierno más liberal tiene la peor performance de las empresas privadas: un informe de Fundar reporta que hay hoy, en Argentina, 554.600 empresas en las cuales hay al menos un trabajador asalariado formal. Pero lo que más debería preocuparle al Presidente es que el pico de cantidad de empresas se dio en el año 2013, cuando se llegó a 610 mil compañías, bajo el gobierno de Cristina Fernández. Es decir, en poco más de una decada se perdió casi un 9 por ciento de empresas, confirmando que desde entonces a ahora pasó poco de lo positivo que requería una economía para ser pujante. Viniendo al gobierno de Milei, entre 2022 y 2024 se crearon 17 mil nuevas empresas, pero la recesión libertaria del 2024 casi que volvió todo atrás: se perdieron 15 empresas. 

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