lunes, 25 agosto, 2025

Detrás del pez más popular para los pescadores

El pejerrey de mar es la especie más requerida por los pescadores y, aunque se mueve en cardúmenes extensos en toda la costa atlántica, no garantiza que su captura sea fácil. La pericia del actor es clave para torcer la historia de una jornada que puede ser complicada si no se tienen en cuenta detalles que marcan la diferencia.

Extendido cómodamente durante todo el año a lo largo y ancho de la costa marítima argentina, el pejerrey se ha convertido a lo largo de su historia en la principal elección de los fanáticos que se mueven en masa a los diferentes puntos para poder dar con ellos. Como ya se expuso anteriormente en otras ediciones de Weekend, el flecha de plata fue, es y seguirá siendo el primer contacto con la pasión que despierta la pesca deportiva. Y por ello, casi sin margen de error, es válido decir que hasta el cañófilo más experimentado hizo sus primeras armas con esta especie.

Cuando está acardumado, hambriento y pica bien, la acción se torna inolvidable y permite jornadas extraordinarias. Un verdadero festival. Pero en rigor de verdad, en cualquier otro ámbito en el que algún pez diferente actúe igual, la faena está asegurada. Para ser más directos: si el pescado está, el pique también y –por ende– el resultado. A lo sumo tendrá mayor o mejor rendimiento en calidad y/o cantidad, pero el cierre de la historia será básicamente el mismo. Al menos en el frente marítimo, con escenario similar, se pesca igual en mayor o menor medida.

Pero esos beneficios que pueden encontrarse en el pejerrey por su versatilidad, no necesariamente la convierten en una tarea fácil. Existen una serie de pasos que el pescador ha ido descubriendo luego de estudiarlo y que debe poner en práctica, sobre todo en momentos donde no están las condiciones ideales, más allá de que se lo busque desde un muelle, una escollera o un frente de piedras. Incluso desde la propia arena (de playa), ámbito que cambia radicalmente el paradigma en cuanto a los equipos a utilizar. 

Para pescar pejerrey, el mar tiene que estar bueno. Eso incluye principalmente un escenario de aguas calmas y –fundamentalmente– claras, y cuando la naturaleza así no lo ofrece, existen algunos tips que pueden ayudar: buscar en los remansos de agua que tienen los diferentes accidentes geográficos costeros e incluso en escaparle a la rompiente en la punta de alguna escollera puede estar la clave. Debe de tenerse en cuenta que es un pez cazador por excelencia y –como tal– busca el movimiento de la carnada. Dependiendo del sector y de la variedad, resulta vital encontrarle la vuelta para llamar su atención.

Elementos de flotación

Las boyas utilizadas en el aparejo marcan la diferencia a la hora de atraer al pez y su elección por tamaño o forma dependen del pescador. Pero es importante resaltar que utilizar elementos de flotación no necesariamente indica que se pesque a la deriva o sobre superficie. Tiene que ver en realidad con la movilidad de la línea. Aunque es cierto que los anzuelos trabajan arriba, el largo de la brazolada influye directamente en la elección de la profundidad y, aún cuando se utiliza un plomo pesado para anclar, la boya cumple sin problemas su función, aunque trabaje completamente sumergida.

Es muy importante que la línea (que puede ser de tres o cuatro anzuelos) trabaje suelta, libre, y que sea el mar el encargado de moverla. A mayor movimiento de agua, es habitual que se busque achicar el elemento en cuestión y viceversa. En oportunidades en las que el pejerrey está muy sutil para comer (sobre todo de flote o a media agua con un paternóster), los más experimentados optan por esféricas pequeñas y pescan a pulso. Sabido es que a los flecha de plata no les gusta la resistencia y mantener tensión en los aparejos puede ser perjudicial.

La famosa línea típica de tres boyas yo-yó es una de las grandes opciones, sobre todo porque permite alinear el aparejo, le quita estanqueidad y además ofrece regular la altura de la carnada. Hay quienes buscan ubicarlas a 80 cm o 1 metro entre sí, dado que los aparejos largos trabajan mejor, aunque también es cierto que obliga a utilizar cañas teles-cópicas que vayan de los 3,60 a los 4,20 m. En los últimos resultados relevados funcionó muy bien en los remansos de agua, mientras que otros optaron por un páter largo de cuatro brazoladas que trabaja más vertical y copia menos las ondulaciones.

Pejerrey de playa

La historia es completamente diferente cuando se habla de pesca desde la arena. Es que, para un pez de tamaño promedio chico en general, se necesitan equipos sobredimensionados para la faena, con cañas de lance para plomos pesados y líneas reforzadas para poder anclarlas. La quebrada, que consta de dos doble cono y cuatro anzuelos, es la primera opción que se viene a la cabeza del pescador porque marca una diferencia central en lugares donde hay profundidad abrupta o canaletas, y es una tradición de esta modalidad.

Pero de un buen tiempo a esta parte pudo vislumbrarse que el pejerrey (ni qué hablar del panzón, que le encanta) empezó a encontrar alimento en los grandes bancos de arena donde las características son diferentes, con baja profundidad y un poco más de rompiente. Ante tal escenario se empezó a buscar entonces la chance de usar una sola bien grande arriba que le dé movilidad y que los rotores estén bien separados entre sí: ese aleteo de las brazoladas ha sido una atracción irresistible para un pescado que, como si fuera poco, tiene una gran facilidad para adaptarse a los diferentes fondos que le ofrece la geografía.

El ABC

Hay dos cuestiones que no pueden soslayarse en los intentos y que conforme avanzan las temporadas se instala cada vez más en el ideario popular: la carnada y la ceba. Ir a pescar pejerrey sin tener a mano un rulero y varias latas de caballa se lo considera prácticamente un pecado capital. En tiempos de invierno, cuando las dificultades climáticas están a la orden, cebar bien la zona resulta un hecho tan importante como necesario. “Sin ceba, no hay pejerrey”, no se cansan de decir los que saben. Y a juzgar por los resultados, tienen razón. Lo más aceitosa posible, cuya mancha pueda verse incluso desde la costa.

La carnada, en cambio, no encierra misterios. El camarón es la principal opción, aunque algunos prefieren prepararlos mientras otros eligen usarlo fresco. Disecarlo con azúcar y sal le da brillo, le otorga mayor dureza a la carne, por ende una mayor permanencia en anzuelo, más difícil de arrancar. Pero va en gustos. Siempre acompañado con una tirita que puede ser de magrú (el más utilizado), lisa o incluso del mismo pejerrey fileteado, que a veces anda muy bien. El tamaño del anzuelo variará de acuerdo a lo que esté saliendo y a lo que el pescador quiera capturar (calidad o cantidad).

Más allá de las idas y vueltas típicas que hacen al folklore de la actividad, donde los protagonistas juegan en sus relatos a demostrar quiénes pescan más y mejor de acuerdo a la especie o forma de capturas que eligen, cualquiera de ellas (por más fácil o popular que se vea) encierra en sí misma una serie de secretos se han ido revelando a lo largo del tiempo por aquellos que decidieron hacer la patriada de ir en búsqueda de los primeros. 

Pequeños detalles que han ido cambiando con los años, con leves modificaciones y paradigmas establecidos echados por tierra cuando se está en presencia de temporadas atípicas. Por suerte para todos, se trata de pesca deportiva y no de una ciencia exacta. Siempre hay que estar con los ojos bien abiertos y las cañas en el agua.

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