- Una mujer realizó una grave acusación contra una institución educativa de Jujuy.
- Dijo que su hijo con síndrome de Down sufrió violencia, maltrato y abandono.
- Aseguró que realizó las denuncias ante los organismos correspondientes.
Una grave denuncia por violencia, maltrato y abandono sacude a la comunidad educativa de Jujuy, luego del testimonio de una mujer, madre de un niño de 8 años con síndrome de Down, quien relató una serie de situaciones que, según afirmó, su hijo padeció durante todo el ciclo lectivo en una institución educativa primaria.
La mujer aseguró que decidió inscribir a su hijo en ese establecimiento convencida de que encontraría empatía, contención e inclusión, especialmente por el discurso institucional que promueve la integración de niños con discapacidad. Sin embargo, con el correr de los meses, la realidad fue muy distinta. “Pensé que iba a ser lo mejor para él, pero fue tremendo”, expresó.
Según su relato, el niño fue sometido de manera reiterada a castigos constantes, principalmente durante los recreos, bajo el argumento de que “no obedecía” o “se tiraba al piso”. La madre explicó que estas conductas respondían a la falta de acompañamiento pedagógico, al aburrimiento y al cansancio, ya que su hijo no recibía atención adecuada dentro del aula. “No hacía nada en clase, no lo incluían, entonces lo castigaban. Y el castigo era siempre el mismo: aislarlo”, denunció.
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Imagen ilustrativa.
Entre los hechos más graves, la madre afirmó que docentes le retiraban la botella de agua, a pesar de que su hijo padece hipertiroidismo y necesita hidratarse de manera permanente. En más de una oportunidad, lo encontró con sed o incluso empapado, tras haber sido dejado tirado en un charco de agua durante la clase de educación física. “Me lo llevé mojado dos veces. Nadie me supo explicar nada”, relató.
La madre también cuestionó el desconocimiento total del personal sobre cómo trabajar con niños con discapacidad, pese a que el colegio asegura estar preparado para ello. Denunció cambios constantes de docentes, falta de referentes estables y una ausencia total de inclusión en actividades escolares, actos y propuestas pedagógicas. “Para ellos, mi hijo no existía. No figuraba en listas, no participaba. Nunca hubo interés”, sostuvo.
Ante la gravedad de la situación, la mujer presentó una denuncia contra la docente itinerante y, al no recibir respuestas, se vio obligada a contratar de manera particular un acompañante terapéutico, con un costo que debió afrontar sola. A partir de ese momento, aseguró que la evolución de su hijo fue notoriamente positiva, contrastando con el informe final entregado por la institución, al que calificó como un “desastre”, donde —según dijo— se describe a su hijo como incapaz de integrarse a cualquier escuela y se cuestiona incluso su rol como madre.
Lejos de resignarse, la madre inició acciones ante organismos como Derechos Humanos, la Dirección del Niño, Niña y Adolescente, el Consejo de Educación y adelantó que continuará el proceso con patrocinio legal. “No voy a dejar nada de lado. Esto tiene que tener consecuencias. Se burlaron cuando dije que iba a denunciar”, afirmó, y agregó que existe otro caso similar dentro de la misma institución.
Además, puso en duda las condiciones edilicias y habilitaciones del establecimiento, al señalar que los alumnos de primaria deben usar sanitarios ubicados en el sector del secundario, lo que consideró una irregularidad grave. “No puede habilitarse una escuela así porque sí. Hay niños con distintas discapacidades y no todos los colegios están preparados, aunque digan que lo están”, remarcó.
El caso expone una vez más las falencias en los controles, la capacitación docente y la verdadera inclusión escolar, y deja al descubierto una realidad que, según la denunciante, no sería aislada. Mientras busca cambiar a su hijo de institución para el próximo ciclo lectivo, la mujer espera que su testimonio sirva para que se investigue lo ocurrido y se evite que otros niños atraviesen situaciones similares.
