«The Brutalist» es una de las películas más ambiciosas y monumentales del año. Con una duración de tres horas y media, el nuevo filme de Brady Corbet es una obra de gran magnitud que entrelaza diversas temáticas: la lucha de los inmigrantes por el Sueño Americano, las cicatrices del trauma y la guerra, la relación entre el arte y el mercado, y el conflicto entre el idealismo y la corrupción del sistema.
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La cinta, nominada al Oscar a Mejor Película, narra la vida de Lázló Tóth, un arquitecto húngaro ficticio que, tras escapar del Holocausto, llega a Estados Unidos en busca de un nuevo comienzo. Interpretado por Adrien Brody en una de sus mejores actuaciones desde El Pianista, Tóth representa a la generación de visionarios europeos que trajeron el brutalismo arquitectónico a Norteamérica tras la Segunda Guerra Mundial.
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Un relato de inmigración y supervivencia
La película abarca 30 años en la vida de Tóth, quien aparece por primera vez perdido en la oscuridad de un barco de inmigrantes. Su llegada a Estados Unidos es impactante: su primera vista del país es la Estatua de la Libertad, filmada al revés, un detalle simbólico que cobra sentido más adelante.
En Filadelfia, su primo Attila (Alessandro Nivola) le ofrece trabajo en su tienda de muebles y le da una noticia que cambiará su vida: su esposa Erzsébet (Felicity Jones) ha sobrevivido a los campos de concentración y sigue en Europa. El momento en que Brody recibe esta información es devastador y memorable, demostrando la intensidad de su actuación.
Pronto, un golpe de suerte cambia su destino. Harry Lee Van Buren (Joe Alwyn), hijo de un millonario industrialista, le encarga renovar una biblioteca para su padre. Tóth crea una obra maestra modernista, pero su cliente, el implacable Harrison Lee Van Buren (Guy Pearce), lo expulsa antes de que el proyecto termine. Sin recibir pago, el arquitecto termina trabajando en un refugio de la iglesia.
Sin embargo, cuando la prensa elogia la biblioteca, Van Buren reconsidera su decisión y le ofrece una oportunidad aún mayor: construir un centro comunitario monumental en su finca en Doylestown. Es aquí donde comienza la verdadera lucha de Tóth.
El arte contra el poder: el precio de la visión artística
Cuando Erzsébet finalmente llega a América, junto con su sobrina Zsófia (Raffey Cassidy), la familia se enfrenta a una nueva realidad. Mientras Erzsébet intenta recuperarse de los estragos físicos y emocionales de la guerra, Tóth se sumerge por completo en su proyecto arquitectónico, quedando atrapado en el círculo de poder de los Van Buren.
Lo que parecía una gran oportunidad se convierte en una pesadilla. Tóth, controlado y manipulado por el patriarca Van Buren, se convierte en un rehén de su propio sueño, luchando contra las imposiciones y cambios constantes en el diseño de su obra. En medio de esto, desarrolla una adicción a las drogas, alimentada por sus traumas de guerra.
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Uno de los momentos más impactantes de la película ocurre en las canteras de mármol de Carrara, en Italia, donde Tóth viaja con Van Buren para elegir el material final. La escena, de una belleza cinematográfica impresionante, se convierte en un punto de quiebre para la relación entre ambos personajes, llevando la historia a un desenlace inesperado.
Una historia de artistas que no pudieron realizar su visión
Estrenada en el Festival de Venecia, «The Brutalist» ha sido una de las películas más desafiantes de la carrera de Brady Corbet. El director, que trabajó con cineastas como Lars von Trier («Melancolía») y Michael Haneke («Funny Games»), tardó siete años en desarrollar este proyecto, coescrito junto a su pareja, Mona Fastvold.
Ante la verosimilitud del guion y la precisión histórica de la escenografía, Corbet tuvo que aclarar que la historia es ficticia: «Esta es una película desgraciadamente de ficción. Para mí, es la única manera de acceder al pasado. Y es una película dedicada a todos los artistas que no pudieron realizar sus visiones», explicó el director.